La decisión de practicar sexo seguro es cuestión de
mujeres. En la actualidad una mujer no debe depender de la voluntad del hombre
para ponerse un preservativo que la proteja del embarazo y de las enfermedades
de transmisión sexual (ETS).
Esta semana en la que se celebra el Día Mundial de Lucha contra el Sida (1 de diciembre), que se
extiende en muchos lugares como la semana de la concientización contra este
tipo de enfermedades de transmisión sexual, es bueno difundir más este tipo de
anticoncepción que coloca a las mujeres en un lugar de poder, seguridad y de libertad
frente al sexo.
Los argumentos masculinos para no usar un condón, como
la falta de sensibilidad que les provoca o las molestias por interrumpir el
acto sexual, ya no son motivo de preocupación o, en ocasiones, de discusión. Las
mujeres tienen la iniciativa de protegerse usando el preservativo femenino.
El preservativo femenino es un método anticonceptivo
de barrera tan eficaz como el preservativo masculino para evitar embarazos no
deseados y las ETS. Aunque está disponible en el
mercado desde 1993, sigue siendo difícil que las farmacias lo incluyan y lo
publiciten.
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Preservativo femenino |
Consiste en una funda de nitrilo, lubricada pero sin
espermicida (apta para alérgicos al látex), de unos 17 centímetros de
profundidad, una apertura flexible de unos siete centímetros y dos aros que
facilitan su introducción en la vagina y su extracción segura, evitando su
desplazamiento. Cubre incluso los labios mayores de la mujer, lo cual ayuda a
prevenir las enfermedades de transmisión sexual como el HPV o el herpes simple.
Aunque, justamente por su tamaño, suele escucharse entre los usuarios la queja
de que resulta algo más antiestético que el profiláctico masculino, se trata de
prevención y de cuidar la vida.
El preservativo femenino puede colocarse hasta ocho horas
antes del acto sexual; es decir que no hay que esperar hasta el momento de la
erección del hombre, ni interrumpir los juegos preliminares, ni ajusta el pene
del hombre. Y hasta hay quien asegura que el roce del anillo externo con el
clítoris aumenta la excitación. Además, se adhiere a la pared vaginal,
adquiriendo su temperatura en pocos instantes. Si se necesita lubricación
extra, se aplica por dentro y nunca debe combinarse su uso con un condón
masculino porque el riesgo de rotura es mayor.
En España se venden unas 3.000 unidades al mes (o sea que su uso representa
menos del 1% de las ventas del
masculino), pero la cifra se ha mantenido estable desde principios de los años
2000 y lentamente va en aumento. Para que esto siga así es fundamental la
intervención de organizaciones de salud pública que encaren campañas de
promoción y concientización. Es algo más caro
que el condón masculino pero sus usuarias son fieles y conscientes de sus
beneficios.
En los últimos tiempos ha vuelto a
hablarse con fuerza a favor de un dispositivo que deja en manos de la mujer su propia
protección a la salud. Y el preservativo femenino cumple con esta premisa. Es
una reivindicación de los derechos de la mujer.
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